viernes, 14 de abril de 2017

REFLEXIÓN .- VIERNES SANTO


TODOS HEMOS SUBIDO A SU CRUZ
Un montañero se disponía a cumplir una gran hazaña: subir uno de los picos más altos del mundo. Unos se interesaban por la aventura, a otros, por el contrario, les era indiferente.
Pero, el alpinista, antes de iniciar su epopeya decidió colocar en el centro de una gran plaza un inmenso pergamino para que, todo aquel que lo deseara, estampara su firma y él lo dejara en la cumbre de la montaña a conquistar. Todos, deportistas o no, fueron uno a uno rubricando sus nombres, historia, vida y deseos. El montañero, días después, emprendió su viaje con la satisfacción de que llevaba en su mochila cientos, miles de nombres que estarían para siempre cosidos a su aventura.

Viernes Santo. Todos estamos cosidos a la cruz. Jesús, que con nombre y apellidos nos conoce a todos, ha subido por nosotros al monte más alto y, tal vez, a la cumbre más dolorosa y levantada por el hombre: el Gólgota. ¡Lleva, Jesús, nuestros nombres contigo! ¡Deja, atada a ese madero, nuestra vida fácil y cómoda! ¡Lava en el agua de tu costado la vida turbia de nuestros pensamientos, deseos o palabras!

Viernes Santo. El Señor no está sólo. Está acompañado de todas nuestras miserias y deficiencias. ¡Cuánto peso hemos puesto sobre su cruz, cuando delante de nosotros, ha pasado por la vía dolorosa! ¿Qué ves, Señor, desde ahí arriba? ¡Veo el horizonte redentor! ¡Os veo a vosotros! ¡Veo a mi Padre! ¿Qué nos dices, Señor, desde la azotea del mayor escándalo cometido hacia el hombre más justo y bueno? ¡Os digo lo de siempre! ¡Os quiero! ¡Os amo! ¡Os perdono! ¡Dios, por mí, os recuperará definitivamente!

Viernes Santo. El peso de nuestras faltas, es insensible en la mano de Jesús. Paga un alto precio, su vida, pero lo hace consciente de su misión: vino para rescatamos y… nos liberta en la lucha con el mal, con la duda, con la noche oscura, con el cáliz amargo...pero nos libera. Sólo quien se siente débil o pecador es capaz de estremecerse ante la verdad de la cruz. Nuestras fragilidades han hecho levantar en lo más alto del monte una cruz. Por nuestro amor muere el Señor y lo hace, no postrado en un lecho, sino desgarrado en una cruz. ¿Puede hacer alguien algo más por nosotros?

-Jesús, a su paso por nosotros, también quiso recoger todas nuestras firmas antes de subir a la cruz: se hizo eco de las del rico y también de las del pobre; asumió la historia del enfermo y la del humillado; se enteró de la situación de la mujer pecadora. Nadie ni nada fue indiferente para Él. ¡Todo por el mundo y por el hombre
-Jesús, en medio de la plaza de nuestra vida, puso una gran mesa. Una mesa en la que hemos aprendido a ser hermanos; a perdonarnos; a rezar y a vivir con los ojos mirando al cielo.
-Jesús, antes de emprender su subida a la cruz, se ha preocupado de vivir con nosotros, de compartir nuestra condición humana, de curar heridas, de poner muchas cosas en su sitio y, a Dios, en el corazón de muchos de nosotros.
Ahora no le queda sino ascender por aquellos que preferimos quedamos en el llano. Ser exaltado en un madero por aquellos que preferirnos ser aplaudidos desde mil palcos. Perdonar, por aquellos a los cuales nos cuesta torcer algo de nosotros mismos.

¡Gracias, Señor! Por subir, cuando nosotros no nos atrevemos.
¡Gracias, Señor! Por bajar, a esos infiernos a los que estábamos llamados.
¡Gracias, Señor! Porque, tus dolores, evitan los nuestros.
¡Gracias, Señor! Porque, sin conocer el pecado, cargas con los de todos nosotros. ¡Gracias, Señor! Porque pudiendo decir tanto, nos haces llegar escasas 7 palabras. ¡Gracias, Señor! En la cruz, sigues empeñado en regalamos: una Madre y un amigo, María y Juan.
¡Gracias, Señor! En la cruz, haces lo que siempre nos enseñaste, ¡Perdónales, no saben lo que hacen!
¡Gracias, Señor! En la cruz se funde la llave del infierno para que, ningún hombre, pueda encontrarla y sólo se dé con la que abre las puertas del mismo cielo. ¡Gracias, Señor! Porque, desde la cruz, la cuerda que sobra es empleada para rescatarnos y no dejarnos abandonados a nuestra suerte.
¡Gracias, Señor! ¡Qué gran amor! ¡Qué gigantesco amor cuando, además de ofrecerse, es el no va más cuando deja clavarse!
Déjanos, Señor, por lo menos desde lejos...acompañarte.
¡¡¡GRACIAS, SEÑOR!!!